De las aguas del río Volga (en ruso Во́лга) surgen lagos como mares y grandes afluentes que penetran en la patria de los zares, con sus vastos paisajes y su majestuoso pasado. Los barcos que recorren el trayecto de San Petersburgo a Moscú parecen pequeños ante la grandeza de su entorno.
Durante siglos, antes de los aviones, los todoterrenos y las autopistas, los caudalosos ríos que surcan el interior de Rusia fueron el mejor medio de comunicación entre ciudades separadas por cientos de kilómetros de territorio salvaje.
Entre todos, el río Volga, el más largo y caudaloso de Europa, funcionó como una auténtica carretera acuática por la que se fueron construyendo canales que facilitaban el tránsito entre ríos. Aún hoy, a esta gran arteria de agua se la denomina, como antaño, Madre Volga, todo un tributo a su generosa naturaleza. Y aún hoy es la mejor manera de penetrar en la Rusia profunda, indómita y descomunal, en contraste con la cosmopolita Moscú, cuna de nuevos y excéntricos millonarios, o la remota y bellísima San Petersburgo, mimada de los zares, donde, en la época estival, el sol nunca se pone y las noches son blancas.
Los cruceros que parten de estas dos grandes ciudades del país recorren lentamente sus aguas, entrando y saliendo de las muchas esclusas que permiten salvar el desnivel que hay entre ellas. El ojo se termina acostumbrando a estas grandes obras de la ingeniería, integrándolas en el paisaje rudo y boscoso de las orillas del río. A su paso por el lago Ladoga, el más grande de Europa, se puede visitar alguna de las más de 600 islas que se alzan en sus frías aguas. Si se dispone de tiempo, algunos cruceros proponen explorar recónditos parajes, como la isla Valaam, coronada por uno de los monasterios más ricos y fabulosos del país y con un entorno natural recio, rocoso y de contundente vegetación.
Puedes disfrutar de viajes con un crucero por el Volga entre los que te ofrecemos en nuestro catálogo.
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Entre todos, el río Volga, el más largo y caudaloso de Europa, funcionó como una auténtica carretera acuática por la que se fueron construyendo canales que facilitaban el tránsito entre ríos. Aún hoy, a esta gran arteria de agua se la denomina, como antaño, Madre Volga, todo un tributo a su generosa naturaleza. Y aún hoy es la mejor manera de penetrar en la Rusia profunda, indómita y descomunal, en contraste con la cosmopolita Moscú, cuna de nuevos y excéntricos millonarios, o la remota y bellísima San Petersburgo, mimada de los zares, donde, en la época estival, el sol nunca se pone y las noches son blancas.
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